viernes, 3 de mayo de 2019

Hallazgo de la Cruz de Cristo por Santa Elena, origen de la fiesta del 3 de mayo

El origen de esta Fiesta es conmemorar el hallazgo por parte de Santa Elena, madre del Emperador Constantino I El Grande, de la verdadera cruz de Cristo en su peregrinación a Jerusalén en el año 336.

Cuenta una Leyenda áurea (o Leyenda dorada) de Jacobo de la Vorágine, del siglo XIII, donde detalla el hallazgo de la Cruz. Cuenta esta leyenda que Elena, al llegar a Jerusalén, se reunió con los judíos que vivían allí pues le habían dicho que ellos tenían escondida la Cruz. Ellos se negaron a decirle dónde la tenían, pues había una profecía que indicaba que si era encontrada por los cristianos “desde ese momento la gente judía no reinaría más”. Entonces, Elena montó en cólera y amenazó quemar a todos los judíos de la ciudad y ante tal amenaza, le fue entregado un tal Judas que, según decían, sabía el lugar donde había sido escondida la Cruz. Tras diversas torturas, consintió en llevar a la Emperatriz al lugar y al estar sobre él, se difundió un perfume y un leve temblor del suelo. Judas se convirtió, se bautizó tomando el nombre de Ciríaco y él mismo cavó hasta encontrar las tres cruces que estaban bajo aquel sitio. Luego las colocó a los pies de la Emperatriz. 

            

Para descubrir cuál de las tres era la del Señor, Elena hizo detener un cortejo fúnebre que pasaba por allí y acercó al muerto a cada una de las cruces. Ante la última, el muerto resucitó y se pudo comprobar así que esta era la Cruz verdadera. Ciríaco, según esta leyenda habría sido Obispo de Jerusalén tras Macario.

El hallazgo, como se ha mencionado, es atestiguado por varias fuentes históricas. Ahora bien, el historiador Jan Villem Drijvers afirma que la “leyenda” habría sido puesta en circulación hacia el año 345-350 con la intención de autorizar un cierto primado para Palestina. Sin embargo, esta explicación ha sido muy rectificada debido a que la mayoría de los testigos estaban vivos en aquel entonces y habrían dejado trazas de su disconformidad con las narraciones que andaban circulando. Además, el Primado de Palestina era ya una realidad debida a las obras arquitectónicas encargadas por Constantino I en aquellos años. Según los datos ofrecidos por los historiadores de la época, Elena vigilaba las labores de desmantelamiento del foro occidental de un templo consagrado a Venus. Mientras se realizaban estos trabajos, se encontraron las tres cruces, los clavos y el “titulus crucis” (el letrero mandado poner por Pilato a la cruz).

El problema vino para saber cuál de las tres cruces era la del Señor. Así, Teodoreto de Ciro dice: “No estaban seguros de cual de ellas había sostenido el cuerpo del Señor y recogido las gotas de su preciosa sangre”. Al parecer se encontró el titulus sobre la cruz del centro, lo que ayudó a distinguir cuál era. Así lo narra Ambrosio de Milán y Juan Crisóstomo (Homilías sobre el evangelio de San Juan). Sin embargo, Elena seguía llena de dudas. Según otras narraciones, la verificación se llevó a cabo por la curación milagrosa de una mujer enferma de “grave mal”. De cualquier forma, lo más probable es que la distinción se haya hecho gracias a las marcas de los clavos pues el Evangelio de Juan dice que solo Cristo fue clavado a la Cruz.


La misma Elena, al volver a Roma, decidió que la Cruz fuera partida en dos de manera que una parte de ella pudiera trasladarse a la capital del imperio. También el titulus fue partido en dos con idéntica motivación. Luego hay testimonios de Cirilo, Obispo de Jerusalén (seguramente testigo del hallazgo) que dice en sus Catequesis: “todavía se puede ver hoy”.

TRAYECTORIA DE LA CRUZ

En el año 613 los persas invadieron Jerusalén y aniquilaron la guarnición bizantina. El rey persa Cosroes II Abharwez (el Victorioso) mandó al Obispo de Jerusalén deportado, junto con las reliquias de la Cruz, a la ciudad de Ctesifonte, cerca de Bagdad.

La indignación de los bizantinos fue tal que inmediatamente hicieron la guerra contra los persas. Tras la rendición del rey, el emperador Heraclio pidió que le fuera devuelta la reliquia. Este se llevó en procesión la parte de la Cruz a Constantinopla y mandó reedificar la iglesia del Santo Sepulcro.

Un año después, las reliquias eran devueltas a Jerusalén.

En el año 638 los musulmanes reconquistaron Jerusalén y con ella tomaron control sobre la reliquia de la Cruz. Entre momentos de tolerancia y de venganzas, la Cruz quedó en sus manos junto con la ciudad. Tras ser recuperada por los cruzados la ciudad de Jerusalén tomó el apelativo de “civitas crucis” pues ahí se encontraba la reliquia más importante de la cristiandad.

Se encomendó su custodia a la Orden del Temple, que la portaba en las batallas más decisivas para asegurar la victoria.

Caída en manos del sultán Saladino tras la batalla de Hattin (1187), se pierde toda traza de la Cruz, que es reclamada infructuosamente por el rey de Aragón Jaime II al sultán Muhammad An-Nasir, en las embajadas llevadas a cabo en el marco del rescate del comandante templario de la guarnición de la isla de Arwad (fray Dalmau de Rocabertí, quien participó en las Cruzadas de las más intensas de las cuales son de 1303-1304 y 1305-1306 (llevadas a cabo por Eymeric de Usall).


Desaparecida una de las partes de la Cruz de Cristo, quedaba la otra parte que se había quedado Elena. La Cruz se convirtió en emblema de Roma y sustituyó a los dioses paganos. En 1492 se encontró guardada en un cofre en la pared tras un lienzo de la Capilla personal de Elena en su palacio de Roma, parte de la Cruz de Cristo y del titulus. Con este hallazgo una parte de la Cruz pasó a San Pedro del Vaticano, de ella se sacaron astillas que fueron repartidas por la cristiandad como Lignum Crucis. En España tenemos dos lugares de importancia veneración: La de Santo Toribio de Liébana, en Cantabria, donde se guarda el trozo más grande después del que guarda el Vaticano y Caravaca de la Santa Cruz en Murcia.

Son muchas las Hermandades y Cofradías, así como Familias nobles que guardan entre sus tesoros diferentes Lignum Crucis, certificados como que son parte de la verdadera Cruz de Cristo.

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